
Segunda impresión (Pub. 3/Junio/2008):
Soñar no cuesta nada
En un lugar de Misiones, de cuyo nombre no quiero acordarme, estaba una mañana en la sala de mi apartamento tratando de digerir la melancolía de un relato de Raymond Carver en el que se contaba el triste final de una pareja sumida en el alcohol, la infidelidad, la desocupación laboral, la indiferencia de los hijos ya crecidos, la derrota de River en la Copa; tenía ganas de llorar, tan desesperanzado estaba. Por suerte, o por causalidad, sonaba en mi rockolla la canción “La ilusión” de Santiago Feliú, esa que dice … “solo se arregla el mundo a pedacitos, con hierro del sueño de cada cual”… eso me salvó, y no pude evitar rememorar los acontecimientos vividos en una cancha de fútbol, protagonizados por un soñador, un militante de la vida. Ya la canción que sonaba era “Mickey y Mallory” (escrita e interpretada por el Santi Feliú y cuyos personajes no son otros que los de la peli “Asesinos por Naturaleza” de Oliver Stone –esto lo pongo solo para que se entienda el comentario hecho en la foto de Puchi en este mismo blog, bué aquel mismo www.abogadosdfutbol.blogspot.com, a veces pierdo toda fe en la humanidad y como todo tiene que ver con todo). Entonces, siguiendo el hilo de mis pensamientos en aquella mañana, le pregunté a mi esposa qué le parecía más poético, si el vuelo de un cóndor o el de un albatros; mi esposa que por supuesto ignoraba en qué andaba mi cabeza (¿será que 23 años de matrimonio no facilitan la telepatía?), levantó los ojos de su lectura (“Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” del ponja Haruki Murakami, atención, superrecomendable) y a través de su mirada fulminante que pareció inquirir un “¿Vos estás bien?”, yo “escuché” algo así como: “¿Vos sos o te hacés?” (bué, parece que algo de telepatía hay). Nos salvó el gong (o el ring), sonó el teléfono …
Llegados a este punto se habrán dado cuenta de que todo lo escrito allí arriba es prescindible e intranscendente a los efectos de la historia insignificante que se relatará a continuación; su único fin fue crear alguna inquietud sobre una que otra lectura o música, y que se conozca un poco el ambiente de creación literaria del artista, ja.
Del libro subtitulado “Cartas desde el mediocampo” el relato “Soñar no cuesta nada”.
El sonido del timbre del portero eléctrico interrumpió una alegre charla familiar que compartía con mi esposa, coincidíamos en que el viento gélido de la Av. Unter den Linden de Berlín era en muchos puntos preferible a la opresiva canícula que se debía soportar en las calles de La Habana Vieja, pero “Caaaaaaaarterooooooo”. ¿Un domingo?
Al abrir la puerta de calle, un hombre con camisa amarilla y gorra azul me extendía un paquete y un formulario para firmar, debajo de la visera del tipo alcancé a reconocer unos rasgos muy familiares, ¡exacto!, no era otro que el viejo Obón; y cuando abría la boca (yo) para preguntarle (a él): “Don Obón, ¿¿¿qué carajo hace un domingo en Posadas trabajando de cartero???”, en realidad las palabras que emití fueron: “Don Obón, ¿qué es más poético el vuelo del cóndor o el del albatros?”. El viejo me miró con una piedad que rayaba con el desprecio y me respondió: “El albatros… Vení pibe, sentate y contame”.
Y le conté:
Era una tarde de fútbol en la cancha del hipódromo de cuyo número no quiero acordarme, jugábamos contra un equipo de cuyo nombre no puedo acordarme, corrían unos 10 minutos del primer tiempo (y hay que decir que los minutos eran los únicos que corrían), cuando me encontraba en el círculo central cambiando figuritas del Mundial ’78 con “Neurus”, y a quien aprovechándome de su juventud le estaba encajando la figu del mediocre zaguero iraní Andaranik Eskandarián, con el cuento de que este jugador quasi-profesional se ganaba la vida como guardia real del Shá Reza Pahlevi y que luego de la Revolución de 1979 fuera confinado a pelar papas en un barco petrolero del Mar Caspio, a cambio le pedía las estampas del pelado Gemmill, el ropero Roberto Dinamita y el rulo Cuellar. En medio de la transacción veo al borde de la línea de cal a un señor mayor ataviado en rojo y blanco que alentaba al grito de “Pongan pierna muertos”, consulté el almanaque que llevo en el bolsillo secreto derecho de mi boxer Kevingston (ese día en color tiza con dibujos de insectos) y constaté que estábamos en el mes de Octubre, por lo que aquel hombre no podía ser Papá Noel como yo pensaba, dirigí mi trote hacia aquel sector dejando a “Neurus” con el 5 rival que relojeaba con una mirada turbia las apretadas calzas blancas de nuestro jugador. Al acercarme al tipo de rojo advertí con sorpresa que no se trataba de otro que nuestro padrino futbolístico el Dr. Benito C. que ese campeonato había pasado a jugar en el “Mónaco” por una cifra millonaria que pagara la princesa Carolina, cumpliendo así una petición testamentaria de su padre el Príncipe Rainero quien fuera compañero de caravana nocturna de nuestro ilustre padrino.
Justo en ese momento veo pasar diez metros sobre mi cabeza el balón dirigido al 11 rival, y calculé que cualquier sprint que articulara sería ocioso, ya que en escasas décimas de segundo la pelota descansaría en el empeine del jugador rival ante la desesperación de nuestro Nº 4 Horacio “Flash” Chifla que estaba como adherido al piso (ante la sonrisa pícara que adivino en los lectores, quiero aclarar que el mote de “Flash” no tiene nada que ver con las condiciones aerodinámicas del jugador, sino que refieren a su pasado de ayudante de fotógrafo de fiestas de quince, labor honrada y abnegada que cumplió nuestro amigo en una pasantía que duró alrededor de 28 años), Horacito llevaba puestos ese día sus famosos botines modelo “Piff” diseñados por la NASA y adquiridos en su paso fugaz por esa administración en el año 1981 d.c., (la forma en que se apropió este baluarte del tercer tiempo de este calzado de alta tecnología se describen en el relato “El astronauta que no fue”, solo diremos aquí que estaban confeccionados por 37% cuero sintético símil vizcacha del paralelo 28 S., 25% chicle Bazooka Jirafa del año 75 moldeado a mano en frío y en seco, 26% poliéster, 7% de material incalificable por lo desconocido, 3% excipientes.- INTERRUPCIÓN: Eso da 98% dice mi esposa a mis espaldas … qué? … cómo sabés? … cómo que leíste de ojito sobre mi hombro y sumaste?, si yo estoy ahora abajo en la puerta contándole esto al viejo Obón … quedate tranquila nadie se va a dar cuenta … que si pienso eso por qué agregué una fe de erratas en el anterior? … que sé yo … que queda para el culo? Nah, nadie se va a poner a sumar … que vos sí sumaste?.. y? … cómo que es una falta de respeto al lector? Si esto es en joda, para pasar un rato la tarde … que para qué pierdo tiempo en estas boludeces y encima lo hago mal? … bué, bué, bajá el tonito … má si, cómo rompen las pelotas che... FIN DE LA INTERRUPCIÓN- y no quería olvidarme de un 2% de colorantes permitidos).
Calculando que mi intervención en la jugada sería imposible, me acomodé en una mesita de la mitad de cancha, justo sobre la línea, para ver el desenlace tranqui (me gusta esa mesa porque al verme ahí estacionado los defensores asumen que estoy ayudando en la marca y los delanteros piensan que estoy acompañando en el ataque), invité al Dr. Benito C. a sentarse en la silla que permanecía fuera de los límites del campo de juego y llamé al juez de línea que se acercó con su banderín solferino y la bandeja debajo del sobaco izquierdo, “¿Qué se van a servir?” preguntó, “Para mí un Paddy con 12 Cola y para el Doctor Benito un licuado de banana con leche”; “¿No van a comer nada?” insistió el embanderillado, miré el Autotrol, iban apenas 12 minutos, “Falta mucho che, traeme algo livianito, para mí dos choripanes y una empanada cuatro quesos y para el licenciado solo un platito de lupines porque tiene que precalentar”. Mientras veíamos a César Horacio luchar contra las leyes de la física y el sentido común, tratando de alcanzar al wing izquierdo que se disponía a sacar un centro letal, el Dr. Benito alcanzó a contarme que venía a ver especialmente a su sobrino Fito, que ese día presentaba una aptitud inmejorable, su control de alcoholemia previo solo había alcanzado el 73% de alcohol en sangre; el ruido sordo del chute dirigido al área 18 nos devolvió a la escena del acontecimiento que nos convoca.
Si bien el pelotazo que habilitó al puntero fue perfecto y el centro a la carrera que practicara este profesional universitario de no sé que disciplina, fue digno de recordar a aquellos de John Barnes que nos hicieran fruncir el upite en el Mundial 86; el área estaba casi completamente vacía, es decir, casi por que allí se hallaba nuestro héroe del siglo, el Dr.Ph.D. Juan Manuel Juergen Heineken Klinsmann, solo como Robinson Crusoe, como si fuese un único sobreviviente de la defensa del equipo de Abogados “D”, diría yo, un Náufrago del Fútbol. Era el arquetipo del hombre que está solo y espera.
Viajaba el esférico hacia su persona, el encuentro parecía ser impostergable, no estaban dentro de la pelota Bruce Willys y su cuadrilla de excavadores para intentar una explosión que evitara el Armageddon.
Cual opciones de un tramposo múltiple choice se dibujaron en la retina de Jurgen las posibilidades de respuesta al problema que se presentaba, a saber: *Balón viajando hacia el segundo vértice del área chica, a velocidad media, con una dirección cuya curvatura permitían calcular que sin interferencia climática o humana harían que la bola se perdiera a unos 27 cm. 3mm al costado del banderín de corner opuesto; *Los sensores infrarrojos detectaban la siguiente presencia humana: una débil señal correspondiente a nuestro arquero que era como un poste más del arco; a 43 metros César Horacio Chifla tratando aún de despegar su suela de chicle jirafa fundida en la tierra colorada; a 39 metros el Escribano Fito B. abrazado a un árbol entretenido en una ocupación desconocida; a 52 metros el 5 rival pidiéndole el número de celular a Neurus. Este problema que formularlo por escrito me llevó 3 horas 15 minutos, se dibujó en la atribulada psiquis de “Klisman” en el lapso de un octavo de décima de segundo; decidir “¿Qué hacer?”, sin haber leído el libro de Lenin, le lleva a una persona promedio de uno a dos segundos, pero a los locos soñadores, temerarios, que están hechos de la madera de los inmortales, no es una decisión sino el simple cumplimiento de un destino, es poner en acción su naturaleza que llevan tatuada a fuego en su alma. Para Juan Manuel, que sin dudas está hecho de alguna “madera”, fue solo un acto más en el camino de su vida.
Pudo dejar pasar la bocha para que se perdiese en los campos de lino lindantes con solo agachar su cabeza, qué opción más asquerosa, qué mezquindad hubiese sido; pudo gritar cobardemente “Tuya arco” y desprenderse del problema repitiendo la premisa de los indiferentes, el “no te metás”; pudo haber intentado despejar el centro de un cabezazo con algún riesgo menor ulterior; pudo pararla de pecho con soberbia y alejar el peligro con un vulgar puntín; en fin, pudo hacer muchas cosas, incluso quedarse en casa a ver el clásico de la liga española y sacarse toda responsabilidad de encima. “Pero no, Don Obón” le digo, este muchacho fue forjado en las premisas del Mayo Francés del 68, esas que pintaban en las paredes unos purretes desgarbados y despeinados, muchos de los cuales hoy acorralados por el colesterol montan lujosos Mercedes Benz (ojo, otros no), y cuya cita favorita es la que reza “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, este Gigante de la Utopia, se dispuso a practicar la más arriesgada de las jugadas, la que obliga a caminar en la delgada línea roja que existe entre los laureles del triunfo y el oprobio del ridículo, a saber, la rovesciata defensiva, si eso, una “chilena”.
En cuanto ví insinuarse el gesto funambulesco, saqué rápidamente del bolsillo izquierdo secreto de mi boxer unos gemelos de teatro que uso para distinguir los tiro libres distantes (ya saben de mi miopía); y ví, vimos todos, el salto hacia el éter. Voy a dar mi versión de los hechos, otros darán las suyas. From my eyes, fue tan grácil y liviano que me hizo pensar en el planeo eterno de un albatros sobre el maravilloso mundo azul que nos lleva en viaje por el universo, la ley de gravedad suspendió todos sus artículos, párrafos, incisos y notas al pie para aplaudir la gloria de ese salto. Los ojos de Klisman clavados en la redonda (no de muzzarella), una mirada profunda, un rostro adusto que hacían pensar en aquel gesto inmortal del guerrillero heroico. Disfrutando la pirueta quimérica me remití al vasco-chileno Ramón Unzuaga, a los también chilenos David Arellano y Elías Figueroa, a Roberto Mouzo, al trinitario Luis Fernándes de la peli “Escape a la Victoria” (dedicado al programa radial “La Liga”), al primo de Damián: el islandés bicolor Willy saltando el pedraplén hacia la libertad, a Oliver Atom del Franco-Canadiense japonés.
El tiempo se detuvo en el mismísimo instante que pie y pelota tomaron contacto. A través de mis binoculares se alcanzaban a leer las palabras que adornan publicitariamente todo objeto puesto en el comercio, en este caso la ball: PINTIER Modelo Bohffe Manufactured by hand and foot – Made in Myanmar y en un hexágono polar, en una indolente grafía de Bic azul, seguramente arte popular de algún aburrido alcanza-pelotas, se leía “puto el que lo lee”.
Los puntos de contacto fueron el de un gajo ecuatorial de la bocha con el simultáneo toque de la punta del botín derecho y los tapones delanteros del mismo botín, en la medida en que las leyes de la geometría lo permiten. Lo que hasta ese instante fue la celebración del coraje y el movimiento, se convirtió en un via crucis cuya trayectoria apuntaba indefectiblemente a la propia meta, desencadenando desplazamientos desesperados, gestos de pánicos, gritos de horror y bronca, y otras yerbas. La cara del Carpintero de Nazareth que segundos antes, confiado, me guiñó un ojo desde la espalda de Jurgen a través del fino tramado de las camisetas que donara Alvarito, se ensombreció. En el corto viaje de Juan Manuel hacia la tierra madre, pude leer la frustración en las arrugas de su frente marchita, y conociendo su larga terapia parapsicológica por medio de la cual trataba de comprender por qué siendo un voluntarioso y tosco back, su nombre llevaba los mismos rasgos significantes que nombraban a un glorioso y efectivo goleador alemán, creí adivinar que se sentía traicionado por su cuerpo, que aún los procedimientos efectuados por los mejores brujos del planeta no pudieron exorcizar el goleador que su cuerpo llevaba dentro en franca lucha y dicotomía con su mental vocación defensiva.
Ya las cartas estaban echadas, la fallida “tijera” causó una onda expansiva de escalofríos que tocó a nuestros tres arqueros suplentes. Nuestro tercer arquero suplente, Juanpi “El Cervantes del arco” F. R., que se (des)hallaba extraviado en el medio de la cancha estudiando los números que jugaría al Quini 6, envalentonado por una racha de buena suerte que lo había puesto dentro de los límites de un terreno de juego, y de titular!!!, por más de 2 partidos consecutivos, y acentuado por el hecho que en su espalda lucía el número “10” generalmente reservado a los magos de este deporte, se arrodilló y mirando al cielo dio las gracias de que ese día no le haya tocado ocupar el arco (Aclaración: si bien su apelativo podría tomarse sarcásticamente, hay que decir que entre los vapores de alcohol y resentimiento de un tercer tiempo, un grupete muy caracterizado sostenía que si Juampi debía llevar un apodo relacionado con el arte y la aptitud para defender un arco, el más adecuado era el de “La Venus de Milo del arco”, la envidia mezclada con el etanol nubla la razón, sin dudas). Nuestro primer arquero suplente, Gustavo “Slow-Motion” D’A., que ese día en cumplimiento de su agitada agenda social se encontraba en Itaembé Miní, a unos pocos kilómetros del estadio, en el bautismo del hijo de un conocido de un ex concuñado, en el momento que manoteaba un canapé de salchicha y huevo, sintió un extraño sudor frío que le recorrió su espina dorsal hasta el sur de su larga anatomía, miró al cielo y vio una nube negra que eclipsaba el sol.
Al ver que el ambiente se oscurecía, manoteé mi impermeable de microfibra con el reglamentario Nº 17 en la espalda, pero el experimentado Dr. Benito me detuvo diciendo, “Dejá flaco, no es tormenta, es la Nave Madre de Cocoon que viene a buscarme, me juego un fútsal y vuelvo”, se paró, presionó uno de los tapones de su botín izquierdo y su uniforme del “Mónaco” se transformó en un enterizo plateado ajustado al cuerpo, luego un rayo de luz lo subió y la astronave arrancó antes de cerrar la escotilla sin importarle los insultos del nuevo pasajero. Lo peor es que, aprovechando que el tiempo se había detenido se clavó dos Suters Etiqueta Marrón y una parrillada completa que voy a tener que garpar yo (no quiero que me pongan otra amarilla por tratar de irme sin pagar).
¿Dónde estaba?, ah, “¿Se aburre Don Obón?”, su ronquido me pareció un “no”, así que continué el relato.
Nuestro segundo arquero suplente, en posesión del cargo esa tarde en forma provisoria y por subrogación legal, Omar Oscarcito “Manos de Nylon” O.R.O., casi ni se inmutó, es decir, como siempre se quedó parado viendo en platea primera fila como el util traspasaba la línea de sentencia, hay que decir que la rapidez y lo imprevisible de la jugada no le dio tiempo a consultar la veleta que le marca la dirección del viento y sin dicho asesor técnico el Manteca Orcasitas no atina a arriesgar ningún movimiento. El fatídico Autogol había sido consumado.
Si bien el sol volvió a brillar después de la partida del OVNI, la lluvia de puteadas en technicolor y cinemascope no se hizo esperar y cubrieron como un tsunami a ese “naufrago del futbol”, el desconsolado Klisman que se había hundido como el Titanic después de encontrarse con su destino en el Atlántico Norte. Porque les digo, hay que saber que el peor iceberg que debe enfrentar un soñador es la realidad.
(Nota del relator: en alemán la jugada, casi suerte circense, que nos ocupa, en el idioma alemán, el mismo que lleva en la sangre Klisman, se denomina "Fallrückzieher", que traducido quiere decir “Muy afortunado acierto en caída”, ¿curioso no?).
Cómo siguió el partido no mi importa, ni me acuerdo, y si me acordase no quisiera contarlo. Mi última jugada en el cotejo fue llamar al 5 rival, invitarlo a la mesa y con la excusa de ir a buscar la agenda al bolso para darle el teléfono y nombre completo de Neurus, lo dejé clavado en un impecable pagadiós.
Lo penúltimo que quiero expresar, es que opino que el mundo es un lugar mejor gracias a la labor incansable de los soñadores de la estatura de nuestro Juan Manuel Juergen Heineken Klinsmann. Deténganse a razonar por ejemplo, si hace miles de años a un loco soñador no se le hubiese ocurrido inventar la rueda, ahora los autos circularían a una velocidad muy lenta produciendo el horrible chirrido que hace el metal en su roce con el asfalto; o si un observador troglodita no hubiese pergeñado el fuego, nos cansaríamos de masticar carne cruda en los asados que periódicamente nos reúnen; y aquel otro… “Hey Don Obón, despiértese, que se viene tormenta”, el viejo Obón abre un ojo, se despabila, me dice: “Qué tormenta pibe? Es la nave de Cocoon que me viene a buscar, ¿cómo pensás que puedo estar en muchas partes en tan poco tiempo? ¿Te crees lo del tren bala? ¿Te pensás que soy Harry Potter?”; ya el rayo de luz estaba bajando para transportar al viejo Obón, y antes de completar la secuencia se despidió con la mano mientras decía: “Pensá en Superman pibe, el tipo se arriesgó a hacer girar el mundo al verres para traer de vuelta a la vida a Louise Lane. ¿Te imaginás qué kilombo se hubiera armado si Clark Kent despechado y deprimido por la muerte de su amada se hubiese limitado a ser un señor correcto que va todos los días a la oficina sin animarse a soñar los sueños de los demás?”. Al ver mi cara de incredulidad, y luego de hacerle una seña con su dedo índice derecho debajo de la palma de la mano izquierda al chofer del ovni, agregó: “Pibe, ¿de qué sirve ser un superhéroe si no podés usar tus poderes para mantener el mayor tiempo posible la compañía de las personas que amas?, ¿para qué salvar el mundo sino?”, y se fue.
Por eso amigo Klisman, Ud. que es alguien a quien le importa construir un camino y no solo un resultado, se merece el mayor de mis respetos, no hay Lex Luthors viables en la presencia de optimistas como Ud., ¿quién quiere salir campeón de la mano de la previsión, de la mezquindad, el mal gusto y el enojo?; personalmente prefiero perder mil partidos o sufrir cientos de goles en contra, si eso es mera consecuencia de que por ejemplo un muchacho como Ud. aún siendo consciente de su falta de destreza y la ausencia total de elegancia en sus movimientos, entre mil haya elegido la jugada más alejada de sus posibilidades, la que tiene el mayor contacto con el arte, la chalaca defensiva.
Como verá, y como dijo un inglesito, Ud. podrá ser un soñador, pero no es el único; y además y después de todo, soñar no cuesta nada.
***
En un lugar de Misiones, de cuyo nombre no quiero acordarme, estaba una mañana en la sala de mi apartamento tratando de digerir la melancolía de un relato de Raymond Carver en el que se contaba el triste final de una pareja sumida en el alcohol, la infidelidad, la desocupación laboral, la indiferencia de los hijos ya crecidos, la derrota de River en la Copa; tenía ganas de llorar, tan desesperanzado estaba. Por suerte, o por causalidad, sonaba en mi rockolla la canción “La ilusión” de Santiago Feliú, esa que dice … “solo se arregla el mundo a pedacitos, con hierro del sueño de cada cual”… eso me salvó, y no pude evitar rememorar los acontecimientos vividos en una cancha de fútbol, protagonizados por un soñador, un militante de la vida. Ya la canción que sonaba era “Mickey y Mallory” (escrita e interpretada por el Santi Feliú y cuyos personajes no son otros que los de la peli “Asesinos por Naturaleza” de Oliver Stone –esto lo pongo solo para que se entienda el comentario hecho en la foto de Puchi en este mismo blog, bué aquel mismo www.abogadosdfutbol.blogspot.com, a veces pierdo toda fe en la humanidad y como todo tiene que ver con todo). Entonces, siguiendo el hilo de mis pensamientos en aquella mañana, le pregunté a mi esposa qué le parecía más poético, si el vuelo de un cóndor o el de un albatros; mi esposa que por supuesto ignoraba en qué andaba mi cabeza (¿será que 23 años de matrimonio no facilitan la telepatía?), levantó los ojos de su lectura (“Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” del ponja Haruki Murakami, atención, superrecomendable) y a través de su mirada fulminante que pareció inquirir un “¿Vos estás bien?”, yo “escuché” algo así como: “¿Vos sos o te hacés?” (bué, parece que algo de telepatía hay). Nos salvó el gong (o el ring), sonó el teléfono …
Llegados a este punto se habrán dado cuenta de que todo lo escrito allí arriba es prescindible e intranscendente a los efectos de la historia insignificante que se relatará a continuación; su único fin fue crear alguna inquietud sobre una que otra lectura o música, y que se conozca un poco el ambiente de creación literaria del artista, ja.
Del libro subtitulado “Cartas desde el mediocampo” el relato “Soñar no cuesta nada”.
El sonido del timbre del portero eléctrico interrumpió una alegre charla familiar que compartía con mi esposa, coincidíamos en que el viento gélido de la Av. Unter den Linden de Berlín era en muchos puntos preferible a la opresiva canícula que se debía soportar en las calles de La Habana Vieja, pero “Caaaaaaaarterooooooo”. ¿Un domingo?
Al abrir la puerta de calle, un hombre con camisa amarilla y gorra azul me extendía un paquete y un formulario para firmar, debajo de la visera del tipo alcancé a reconocer unos rasgos muy familiares, ¡exacto!, no era otro que el viejo Obón; y cuando abría la boca (yo) para preguntarle (a él): “Don Obón, ¿¿¿qué carajo hace un domingo en Posadas trabajando de cartero???”, en realidad las palabras que emití fueron: “Don Obón, ¿qué es más poético el vuelo del cóndor o el del albatros?”. El viejo me miró con una piedad que rayaba con el desprecio y me respondió: “El albatros… Vení pibe, sentate y contame”.
Y le conté:
Era una tarde de fútbol en la cancha del hipódromo de cuyo número no quiero acordarme, jugábamos contra un equipo de cuyo nombre no puedo acordarme, corrían unos 10 minutos del primer tiempo (y hay que decir que los minutos eran los únicos que corrían), cuando me encontraba en el círculo central cambiando figuritas del Mundial ’78 con “Neurus”, y a quien aprovechándome de su juventud le estaba encajando la figu del mediocre zaguero iraní Andaranik Eskandarián, con el cuento de que este jugador quasi-profesional se ganaba la vida como guardia real del Shá Reza Pahlevi y que luego de la Revolución de 1979 fuera confinado a pelar papas en un barco petrolero del Mar Caspio, a cambio le pedía las estampas del pelado Gemmill, el ropero Roberto Dinamita y el rulo Cuellar. En medio de la transacción veo al borde de la línea de cal a un señor mayor ataviado en rojo y blanco que alentaba al grito de “Pongan pierna muertos”, consulté el almanaque que llevo en el bolsillo secreto derecho de mi boxer Kevingston (ese día en color tiza con dibujos de insectos) y constaté que estábamos en el mes de Octubre, por lo que aquel hombre no podía ser Papá Noel como yo pensaba, dirigí mi trote hacia aquel sector dejando a “Neurus” con el 5 rival que relojeaba con una mirada turbia las apretadas calzas blancas de nuestro jugador. Al acercarme al tipo de rojo advertí con sorpresa que no se trataba de otro que nuestro padrino futbolístico el Dr. Benito C. que ese campeonato había pasado a jugar en el “Mónaco” por una cifra millonaria que pagara la princesa Carolina, cumpliendo así una petición testamentaria de su padre el Príncipe Rainero quien fuera compañero de caravana nocturna de nuestro ilustre padrino.
Justo en ese momento veo pasar diez metros sobre mi cabeza el balón dirigido al 11 rival, y calculé que cualquier sprint que articulara sería ocioso, ya que en escasas décimas de segundo la pelota descansaría en el empeine del jugador rival ante la desesperación de nuestro Nº 4 Horacio “Flash” Chifla que estaba como adherido al piso (ante la sonrisa pícara que adivino en los lectores, quiero aclarar que el mote de “Flash” no tiene nada que ver con las condiciones aerodinámicas del jugador, sino que refieren a su pasado de ayudante de fotógrafo de fiestas de quince, labor honrada y abnegada que cumplió nuestro amigo en una pasantía que duró alrededor de 28 años), Horacito llevaba puestos ese día sus famosos botines modelo “Piff” diseñados por la NASA y adquiridos en su paso fugaz por esa administración en el año 1981 d.c., (la forma en que se apropió este baluarte del tercer tiempo de este calzado de alta tecnología se describen en el relato “El astronauta que no fue”, solo diremos aquí que estaban confeccionados por 37% cuero sintético símil vizcacha del paralelo 28 S., 25% chicle Bazooka Jirafa del año 75 moldeado a mano en frío y en seco, 26% poliéster, 7% de material incalificable por lo desconocido, 3% excipientes.- INTERRUPCIÓN: Eso da 98% dice mi esposa a mis espaldas … qué? … cómo sabés? … cómo que leíste de ojito sobre mi hombro y sumaste?, si yo estoy ahora abajo en la puerta contándole esto al viejo Obón … quedate tranquila nadie se va a dar cuenta … que si pienso eso por qué agregué una fe de erratas en el anterior? … que sé yo … que queda para el culo? Nah, nadie se va a poner a sumar … que vos sí sumaste?.. y? … cómo que es una falta de respeto al lector? Si esto es en joda, para pasar un rato la tarde … que para qué pierdo tiempo en estas boludeces y encima lo hago mal? … bué, bué, bajá el tonito … má si, cómo rompen las pelotas che... FIN DE LA INTERRUPCIÓN- y no quería olvidarme de un 2% de colorantes permitidos).
Calculando que mi intervención en la jugada sería imposible, me acomodé en una mesita de la mitad de cancha, justo sobre la línea, para ver el desenlace tranqui (me gusta esa mesa porque al verme ahí estacionado los defensores asumen que estoy ayudando en la marca y los delanteros piensan que estoy acompañando en el ataque), invité al Dr. Benito C. a sentarse en la silla que permanecía fuera de los límites del campo de juego y llamé al juez de línea que se acercó con su banderín solferino y la bandeja debajo del sobaco izquierdo, “¿Qué se van a servir?” preguntó, “Para mí un Paddy con 12 Cola y para el Doctor Benito un licuado de banana con leche”; “¿No van a comer nada?” insistió el embanderillado, miré el Autotrol, iban apenas 12 minutos, “Falta mucho che, traeme algo livianito, para mí dos choripanes y una empanada cuatro quesos y para el licenciado solo un platito de lupines porque tiene que precalentar”. Mientras veíamos a César Horacio luchar contra las leyes de la física y el sentido común, tratando de alcanzar al wing izquierdo que se disponía a sacar un centro letal, el Dr. Benito alcanzó a contarme que venía a ver especialmente a su sobrino Fito, que ese día presentaba una aptitud inmejorable, su control de alcoholemia previo solo había alcanzado el 73% de alcohol en sangre; el ruido sordo del chute dirigido al área 18 nos devolvió a la escena del acontecimiento que nos convoca.
Si bien el pelotazo que habilitó al puntero fue perfecto y el centro a la carrera que practicara este profesional universitario de no sé que disciplina, fue digno de recordar a aquellos de John Barnes que nos hicieran fruncir el upite en el Mundial 86; el área estaba casi completamente vacía, es decir, casi por que allí se hallaba nuestro héroe del siglo, el Dr.Ph.D. Juan Manuel Juergen Heineken Klinsmann, solo como Robinson Crusoe, como si fuese un único sobreviviente de la defensa del equipo de Abogados “D”, diría yo, un Náufrago del Fútbol. Era el arquetipo del hombre que está solo y espera.
Viajaba el esférico hacia su persona, el encuentro parecía ser impostergable, no estaban dentro de la pelota Bruce Willys y su cuadrilla de excavadores para intentar una explosión que evitara el Armageddon.
Cual opciones de un tramposo múltiple choice se dibujaron en la retina de Jurgen las posibilidades de respuesta al problema que se presentaba, a saber: *Balón viajando hacia el segundo vértice del área chica, a velocidad media, con una dirección cuya curvatura permitían calcular que sin interferencia climática o humana harían que la bola se perdiera a unos 27 cm. 3mm al costado del banderín de corner opuesto; *Los sensores infrarrojos detectaban la siguiente presencia humana: una débil señal correspondiente a nuestro arquero que era como un poste más del arco; a 43 metros César Horacio Chifla tratando aún de despegar su suela de chicle jirafa fundida en la tierra colorada; a 39 metros el Escribano Fito B. abrazado a un árbol entretenido en una ocupación desconocida; a 52 metros el 5 rival pidiéndole el número de celular a Neurus. Este problema que formularlo por escrito me llevó 3 horas 15 minutos, se dibujó en la atribulada psiquis de “Klisman” en el lapso de un octavo de décima de segundo; decidir “¿Qué hacer?”, sin haber leído el libro de Lenin, le lleva a una persona promedio de uno a dos segundos, pero a los locos soñadores, temerarios, que están hechos de la madera de los inmortales, no es una decisión sino el simple cumplimiento de un destino, es poner en acción su naturaleza que llevan tatuada a fuego en su alma. Para Juan Manuel, que sin dudas está hecho de alguna “madera”, fue solo un acto más en el camino de su vida.
Pudo dejar pasar la bocha para que se perdiese en los campos de lino lindantes con solo agachar su cabeza, qué opción más asquerosa, qué mezquindad hubiese sido; pudo gritar cobardemente “Tuya arco” y desprenderse del problema repitiendo la premisa de los indiferentes, el “no te metás”; pudo haber intentado despejar el centro de un cabezazo con algún riesgo menor ulterior; pudo pararla de pecho con soberbia y alejar el peligro con un vulgar puntín; en fin, pudo hacer muchas cosas, incluso quedarse en casa a ver el clásico de la liga española y sacarse toda responsabilidad de encima. “Pero no, Don Obón” le digo, este muchacho fue forjado en las premisas del Mayo Francés del 68, esas que pintaban en las paredes unos purretes desgarbados y despeinados, muchos de los cuales hoy acorralados por el colesterol montan lujosos Mercedes Benz (ojo, otros no), y cuya cita favorita es la que reza “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, este Gigante de la Utopia, se dispuso a practicar la más arriesgada de las jugadas, la que obliga a caminar en la delgada línea roja que existe entre los laureles del triunfo y el oprobio del ridículo, a saber, la rovesciata defensiva, si eso, una “chilena”.
En cuanto ví insinuarse el gesto funambulesco, saqué rápidamente del bolsillo izquierdo secreto de mi boxer unos gemelos de teatro que uso para distinguir los tiro libres distantes (ya saben de mi miopía); y ví, vimos todos, el salto hacia el éter. Voy a dar mi versión de los hechos, otros darán las suyas. From my eyes, fue tan grácil y liviano que me hizo pensar en el planeo eterno de un albatros sobre el maravilloso mundo azul que nos lleva en viaje por el universo, la ley de gravedad suspendió todos sus artículos, párrafos, incisos y notas al pie para aplaudir la gloria de ese salto. Los ojos de Klisman clavados en la redonda (no de muzzarella), una mirada profunda, un rostro adusto que hacían pensar en aquel gesto inmortal del guerrillero heroico. Disfrutando la pirueta quimérica me remití al vasco-chileno Ramón Unzuaga, a los también chilenos David Arellano y Elías Figueroa, a Roberto Mouzo, al trinitario Luis Fernándes de la peli “Escape a la Victoria” (dedicado al programa radial “La Liga”), al primo de Damián: el islandés bicolor Willy saltando el pedraplén hacia la libertad, a Oliver Atom del Franco-Canadiense japonés.
El tiempo se detuvo en el mismísimo instante que pie y pelota tomaron contacto. A través de mis binoculares se alcanzaban a leer las palabras que adornan publicitariamente todo objeto puesto en el comercio, en este caso la ball: PINTIER Modelo Bohffe Manufactured by hand and foot – Made in Myanmar y en un hexágono polar, en una indolente grafía de Bic azul, seguramente arte popular de algún aburrido alcanza-pelotas, se leía “puto el que lo lee”.
Los puntos de contacto fueron el de un gajo ecuatorial de la bocha con el simultáneo toque de la punta del botín derecho y los tapones delanteros del mismo botín, en la medida en que las leyes de la geometría lo permiten. Lo que hasta ese instante fue la celebración del coraje y el movimiento, se convirtió en un via crucis cuya trayectoria apuntaba indefectiblemente a la propia meta, desencadenando desplazamientos desesperados, gestos de pánicos, gritos de horror y bronca, y otras yerbas. La cara del Carpintero de Nazareth que segundos antes, confiado, me guiñó un ojo desde la espalda de Jurgen a través del fino tramado de las camisetas que donara Alvarito, se ensombreció. En el corto viaje de Juan Manuel hacia la tierra madre, pude leer la frustración en las arrugas de su frente marchita, y conociendo su larga terapia parapsicológica por medio de la cual trataba de comprender por qué siendo un voluntarioso y tosco back, su nombre llevaba los mismos rasgos significantes que nombraban a un glorioso y efectivo goleador alemán, creí adivinar que se sentía traicionado por su cuerpo, que aún los procedimientos efectuados por los mejores brujos del planeta no pudieron exorcizar el goleador que su cuerpo llevaba dentro en franca lucha y dicotomía con su mental vocación defensiva.
Ya las cartas estaban echadas, la fallida “tijera” causó una onda expansiva de escalofríos que tocó a nuestros tres arqueros suplentes. Nuestro tercer arquero suplente, Juanpi “El Cervantes del arco” F. R., que se (des)hallaba extraviado en el medio de la cancha estudiando los números que jugaría al Quini 6, envalentonado por una racha de buena suerte que lo había puesto dentro de los límites de un terreno de juego, y de titular!!!, por más de 2 partidos consecutivos, y acentuado por el hecho que en su espalda lucía el número “10” generalmente reservado a los magos de este deporte, se arrodilló y mirando al cielo dio las gracias de que ese día no le haya tocado ocupar el arco (Aclaración: si bien su apelativo podría tomarse sarcásticamente, hay que decir que entre los vapores de alcohol y resentimiento de un tercer tiempo, un grupete muy caracterizado sostenía que si Juampi debía llevar un apodo relacionado con el arte y la aptitud para defender un arco, el más adecuado era el de “La Venus de Milo del arco”, la envidia mezclada con el etanol nubla la razón, sin dudas). Nuestro primer arquero suplente, Gustavo “Slow-Motion” D’A., que ese día en cumplimiento de su agitada agenda social se encontraba en Itaembé Miní, a unos pocos kilómetros del estadio, en el bautismo del hijo de un conocido de un ex concuñado, en el momento que manoteaba un canapé de salchicha y huevo, sintió un extraño sudor frío que le recorrió su espina dorsal hasta el sur de su larga anatomía, miró al cielo y vio una nube negra que eclipsaba el sol.
Al ver que el ambiente se oscurecía, manoteé mi impermeable de microfibra con el reglamentario Nº 17 en la espalda, pero el experimentado Dr. Benito me detuvo diciendo, “Dejá flaco, no es tormenta, es la Nave Madre de Cocoon que viene a buscarme, me juego un fútsal y vuelvo”, se paró, presionó uno de los tapones de su botín izquierdo y su uniforme del “Mónaco” se transformó en un enterizo plateado ajustado al cuerpo, luego un rayo de luz lo subió y la astronave arrancó antes de cerrar la escotilla sin importarle los insultos del nuevo pasajero. Lo peor es que, aprovechando que el tiempo se había detenido se clavó dos Suters Etiqueta Marrón y una parrillada completa que voy a tener que garpar yo (no quiero que me pongan otra amarilla por tratar de irme sin pagar).
¿Dónde estaba?, ah, “¿Se aburre Don Obón?”, su ronquido me pareció un “no”, así que continué el relato.
Nuestro segundo arquero suplente, en posesión del cargo esa tarde en forma provisoria y por subrogación legal, Omar Oscarcito “Manos de Nylon” O.R.O., casi ni se inmutó, es decir, como siempre se quedó parado viendo en platea primera fila como el util traspasaba la línea de sentencia, hay que decir que la rapidez y lo imprevisible de la jugada no le dio tiempo a consultar la veleta que le marca la dirección del viento y sin dicho asesor técnico el Manteca Orcasitas no atina a arriesgar ningún movimiento. El fatídico Autogol había sido consumado.
Si bien el sol volvió a brillar después de la partida del OVNI, la lluvia de puteadas en technicolor y cinemascope no se hizo esperar y cubrieron como un tsunami a ese “naufrago del futbol”, el desconsolado Klisman que se había hundido como el Titanic después de encontrarse con su destino en el Atlántico Norte. Porque les digo, hay que saber que el peor iceberg que debe enfrentar un soñador es la realidad.
(Nota del relator: en alemán la jugada, casi suerte circense, que nos ocupa, en el idioma alemán, el mismo que lleva en la sangre Klisman, se denomina "Fallrückzieher", que traducido quiere decir “Muy afortunado acierto en caída”, ¿curioso no?).
Cómo siguió el partido no mi importa, ni me acuerdo, y si me acordase no quisiera contarlo. Mi última jugada en el cotejo fue llamar al 5 rival, invitarlo a la mesa y con la excusa de ir a buscar la agenda al bolso para darle el teléfono y nombre completo de Neurus, lo dejé clavado en un impecable pagadiós.
Lo penúltimo que quiero expresar, es que opino que el mundo es un lugar mejor gracias a la labor incansable de los soñadores de la estatura de nuestro Juan Manuel Juergen Heineken Klinsmann. Deténganse a razonar por ejemplo, si hace miles de años a un loco soñador no se le hubiese ocurrido inventar la rueda, ahora los autos circularían a una velocidad muy lenta produciendo el horrible chirrido que hace el metal en su roce con el asfalto; o si un observador troglodita no hubiese pergeñado el fuego, nos cansaríamos de masticar carne cruda en los asados que periódicamente nos reúnen; y aquel otro… “Hey Don Obón, despiértese, que se viene tormenta”, el viejo Obón abre un ojo, se despabila, me dice: “Qué tormenta pibe? Es la nave de Cocoon que me viene a buscar, ¿cómo pensás que puedo estar en muchas partes en tan poco tiempo? ¿Te crees lo del tren bala? ¿Te pensás que soy Harry Potter?”; ya el rayo de luz estaba bajando para transportar al viejo Obón, y antes de completar la secuencia se despidió con la mano mientras decía: “Pensá en Superman pibe, el tipo se arriesgó a hacer girar el mundo al verres para traer de vuelta a la vida a Louise Lane. ¿Te imaginás qué kilombo se hubiera armado si Clark Kent despechado y deprimido por la muerte de su amada se hubiese limitado a ser un señor correcto que va todos los días a la oficina sin animarse a soñar los sueños de los demás?”. Al ver mi cara de incredulidad, y luego de hacerle una seña con su dedo índice derecho debajo de la palma de la mano izquierda al chofer del ovni, agregó: “Pibe, ¿de qué sirve ser un superhéroe si no podés usar tus poderes para mantener el mayor tiempo posible la compañía de las personas que amas?, ¿para qué salvar el mundo sino?”, y se fue.
Por eso amigo Klisman, Ud. que es alguien a quien le importa construir un camino y no solo un resultado, se merece el mayor de mis respetos, no hay Lex Luthors viables en la presencia de optimistas como Ud., ¿quién quiere salir campeón de la mano de la previsión, de la mezquindad, el mal gusto y el enojo?; personalmente prefiero perder mil partidos o sufrir cientos de goles en contra, si eso es mera consecuencia de que por ejemplo un muchacho como Ud. aún siendo consciente de su falta de destreza y la ausencia total de elegancia en sus movimientos, entre mil haya elegido la jugada más alejada de sus posibilidades, la que tiene el mayor contacto con el arte, la chalaca defensiva.
Como verá, y como dijo un inglesito, Ud. podrá ser un soñador, pero no es el único; y además y después de todo, soñar no cuesta nada.
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al finnnnnnnnnnnnnnn, esta es la obra de arte del kaya, es increible, es la menos volada, pero la mas autentica, es buenisima, realmente buenisima y la anecdota de la pregunta a la esposa y al carter (don Obon)no tienen desperdicio, SALUUUUUD. ALi
ResponderEliminarCoincido, soy un artista, no se olvide que este relato de alguna manera dialoga con "El final de una mala racha". Y de paso Ud. plantea una buena pregunta (la siento por ahí, claro que de chiripa) para discutir en el bar de la esquina, que formulada para la televisión de las 3 de la tarde o de canal 13 a las 10 de la noche sería algo así: ¿Las obras por encargo son arte?
ResponderEliminarLa respuesta es fácil.
nose si coincidira conmigo,pero la respuesta q me sale inmediatamente (no por eso sea la correcta pero si la expontanea y la primera impresion y la que por eso dejare en el comentario, sin pensar mucho) "Por supiesto q es arte", las rax¿zon del porq la dejo para esa charla del bar de la esquina. Abrazo Ali
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